¿Cómo puedo no equivocarme? ¿Cómo sé que no me estoy equivocando?”, “Te vas a equivocar, eres humana/o” Qué cosas… Pero así es la vida y así es como aprendemos. De nuestros errores, a base de investigar, tocar, romper, pero así debe ser. Descubre más en el siguiente artículo Déjenos equivocarnos, déjenos aprender… Somos padres
La fantasía de no equivocarnos nunca, provoca una exigencia desmesurada, mucho estrés y también mucha frustración. Equivocarse es normal y humano. Es justo a través del error que aprendemos para próximas veces en que ocurra algo similar.
Educar en la calma
Es super importante educar en la calma, aunque resulte difícil, porque «lo habitual es caer en el grito o el castigo, herramientas que usamos cuando no tenemos otros recursos. Lo que hay que saber es que gritar no es educar. Los padres debemos bajar pulsaciones en el momento del enfado, buscar nuestro propio rincón de pensar y, si es posible, delegar ese momento en la pareja porque, al final, decimos cosas que no queremos. En ese espacio encontraremos la posibilidad de calmarnos y será más fácil enfocar desde fuera la situación, respirar y reaccionar de manera positiva».
Lo importante es que, en educación, siempre estamos a tiempo de mejorar como padres porque es un proceso que no acaba nunca. Lo esencial es enfocarnos en lo que tenemos delante y permitir equivocarnos como padres. Para ello, los hijos deben ser escuchados. Hay que darles voz en todas sus etapas educativas. Si no los escuchamos de pequeños, en la adolescencia no querrán hablarnos.
Un error es una oportunidad para aprender
Saber que somos referentes para nuestros hijos, que se fijan en nosotros todo el tiempo, supone una gran responsabilidad para los padres. En ocasiones esa mirada produce presión o incluso estrés. No queremos decepcionarles y por eso acabamos ocultando los errores en los que inevitablemente incurrimos. Olvidamos que también en ese aspecto, en nuestra forma de encajar y responder al tropiezo, somos ejemplo para ellos. Jane Nelsen, creadora del programa de Disciplina Positiva, propone darle la vuelta a la noción de error con la que estamos familiarizados. Por desagradable o doloroso que sea, un fallo abre un nuevo escenario, nos sitúa en un cruce de caminos. Podemos quedarnos paralizados o avanzar. Mirar a otro lado o aprovechar la oportunidad para aprender.
Equivocarnos no debería darnos miedo. Es una oportunidad de crecimiento a muchos niveles. Aceptemos que no somos infalibles, que a veces estamos cansadas/os, agobiadas/os. Pongamos consciencia, aprendamos, evolucionemos… sabiendo que el error forma parte de la vida y que aquí nadie, NADIE, es perfecta/o.
Descarguémonos de tanta autoexigencia y procuremos disfrutar más. Que la liviandad y el gozo nos guíen más que el miedo a equivocarnos.
Hagamos entre todas/os que la maternidad y la paternidad sean placenteras, fuente de aprendizaje y de conexión y no una tortura persiguiendo una perfección que NO existe. Lo que ocurre es que vivimos en una sociedad que nos empuja a ser los mejores en todo, como padres también. Sin embargo, no debemos compararnos con otros padres y madres porque eso nos genera angustia. Debemos focalizarnos en cómo hemos crecido como padres y en si somos mejores que ayer».
Las tres ‘R’ para reparar los errores
Todo esto parece muy fácil hasta que aparecen los auténticos desafíos. Estamos repletos de buenas intenciones, convencidos de la importancia de aprovechar cualquier traspiés para aprender y para transmitir algo valioso a los niños… pero entonces hacen algo que nos altera de verdad. Dejan caer su plato de comida, pelean entre ellos o son deliberadamente groseros. El enfado es más que comprensible, pero reaccionamos de manera irrespetuosa, por ejemplo, gritándoles. Bastan cinco minutos para que entendamos que hemos metido la pata, pero no sabemos qué hacer al respecto. Y sencillamente, lo dejamos correr.
Compartimos esta herramienta práctica para manejar este tipo de situaciones. Las tres ‘R’ para reparar los errores. Tres sencillos pasos que te permitirán curar y proteger tu vínculo con tus hijos, al tiempo que ofreces un modelo de comportamiento y extraes una enseñanza de lo sucedido.
1 Reconocimiento: «Me he equivocado».
2 Reconciliación: «Lo siento, ¿me perdonas?».
3 Resolución: «Busquemos juntos una solución al problema».
Para aplicar la primera ‘R’ tendrás que estar dispuesto a perdonarte a ti mismo. Porque al llegar a la segunda serás testigo de algo maravilloso: la naturalidad con la que perdonan los niños. Sin pedir nada a cambio, sin inútiles manifestaciones de ego u orgullo, los niños conceden su perdón a quien reconoce sinceramente sus errores. A través de las dos primeras ‘R’ generaras el contexto positivo que necesitan para afrontar juntos la tercera.
Enséñale a no tener miedo a equivocarse
Debemos tener presente los errores no sólo son oportunidades de aprendizaje para nosotros mismos, sino también para nuestros hijos. La primera enseñanza está precisamente en la actitud que tomamos ante las equivocaciones. Las respuestas y las reacciones que observen en nosotros son la base sobre la que construyen su propio modelo de comportamiento. Con frecuencia es aquí donde encontramos el origen del miedo al fracaso en niños y adolescentes. Por eso el objetivo no puede ser no equivocarnos y sí saber equivocarnos.
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Fuente: Miriam Tirado / Escuela bitácoras